jueves, 24 de marzo de 2011

El antes y el principio del después

Los primeros pasos de esta segunda maqueta están siendo más sencillos de lo que esperaba. Aproveché los días de carnaval para darle un empujón y optimicé bastante el tiempo. He vuelto a basarme en los planos de Otto para este circuito, aunque las medidas de la nueva mesa me limitan un poco. Ahora dispongo de 3,42x2,09 metros, menos espacio pero con una forma más interesante. Lo que he hecho por ahora es una especie de boceto en el que incluyo la distribución de las casas, con lógica y con orden (ninguna de estas dos cosas existían en la maqueta primera). Tengo los espacios repartidos de tal forma que habrá una ciudad, un pueblo grande, un pueblo de montaña pequeño, una presa con varias casas cerca, una zona industrial, un lago y un minigolf junto a un complejo de piscinas y varios invernaderos. Todo esto he de quitarlo ahora, una vez que ya tengo claro dónde irá cada cosa.


Pese a que hace ya tres años que Bea me regaló el RailModeller, aún no me he familiarizado con el programa (espero hacerlo pronto), así que, por el momento, voy tirando artesanalmente. De los planos he mantenido la disposición del garaje principal, del garaje secundario, de los cruces de acceso, del puente principal y de la zona de mandos. De resto, he tenido que ajustarme a las nuevas medidas.


                                                            Ubicación de los garajes.


Una cosa importante es la calidad de la mesa, de fabricación casera por ese gran maestro que es mi padre. Son tres tableros de DM (20 mm de grosor) fijados a una estructura de hierro; se puede montar un concierto de rock encima, así que ahora tampoco tendré el problema de estar pisando de puntillas por si se viene todo abajo. Otras ventajas son que puedo acceder a cualquier sitio del tablero desde los cuatro lados con absoluta comodidad, que tengo ahora cuatro perspectivas para verla y que, en caso de tener que mover la maqueta, lo puedo hacer sin desmontar nada, porque descansa todo sobre una base única. Más adelante hablaré de las ventajas en cuanto a la electricidad, que también serán muchas respecto al proyecto anterior.


                                          En esta imagen aparece la maqueta anterior 
                                          que, pese al cariño que le tendré siempre, es 
                                         mejorable en cuanto a la estructura sobre la que 
                                         se apoya, el cableado, la distribución de espacios 
                                         y las pendientes, demasiado pronunciadas.



 
                                         En esta otra foto tenemos el inicio del nuevo 
                                         proyecto, que tendrá más de una decena de 
                                         túneles, varios puentes y mucha montaña.

lunes, 21 de marzo de 2011

A toda máquina


Los últimos tiempos están siendo raros. Me doy cuenta de que, tras volver al Puerto, me siento de nuevo arraigada. Eso me sienta bien. Voy recuperando todas mis cosas, las cosas de siempre, y en el deseo y necesidad de construir mi casa me veo, sin quererlo, desempolvando mi niñez y adolescencia. Por todos lados aparece de todo, y aquí estoy otra vez, desmontando y montando vías, desconectando y conectando cables, perdiendo el sueño porque no sé por qué no funcionan los semáforos ni si podré arreglar la locomotora verde.


Resumiré cómo llegué hasta aquí: hace poco más de veinte años, le llegó la noticia a mi padre de que una viuda alemana vendía por cien mil pesetas una colección de trenes eléctricos. Habían sido de su marido, Otto, quien durante media vida se dedicó a comprar máquinas y accesorios Marklin para una maqueta HO que, creo, no llegó a montar. Mi padre, siempre hábil para estos negocios, le pagó las cien mil pesetas a la señora y, tan contento, cargó las cajas en el furgón, casi sin saber lo que llevaban dentro y sin tener ni la más mínima idea de trenes, de maquetas ni de electricidad a pequeña escala. Es un genio.


Las cajas estuvieron más de diez años en un rincón del salón. En diciembre de 2001, las circunstancias me hicieron tropezar con ellas. Por aquello de matar el tiempo, monté un pequeño circuito sobre la mesa de ping pong, probé en enchufar los cables al transformador, puse una locomotora sobre las vías... y funcionó. A partir de ahí, me metí de lleno con la maqueta basándome en unos planos de Otto para un circuito de 5x1,50 metros. 


Durante varios años, dediqué la mayor parte de mi tiempo libre a la maqueta. Hice que los 40 cambios de vía funcionasen, que los trenes subiesen las cuestas, que no descarrilasen en las curvas... Es un espectáculo precioso que abarca no sólo la imagen, sino también el sonido de las locomotoras sobre las vías y su particular olor. Muchos momentos importantes que he vivido en todo este tiempo van sobre esos raíles. El año en Málaga fue determinante y, ahora, estos meses en Gran Canaria.


Cuando decidimos darle otro fin al salón donde estaba la maqueta, paré por completo el proceso. Allí estuvo otros tantos años arrinconada, y yo, huyendo de ella. Ahora, que de nuevo han pasado algunos años, he dado este paso. La maqueta vieja ya no existe; en su lugar estará una bonita cocina, la de mi casa. La nueva maqueta está en marcha en una habitación preciosa, donde todos podemos disfrutar de ella mientras nos tomamos una cerveza o un vaso de vino y donde lo único que está prohibido es hablar de política y de políticos.


Hace unos días, me propuso Bea hacer un blog con el proceso de construcción. Tiene razón, creo que va a ser bonito contar cómo va la cosa.